EL MESÍAS PORTUGUÉS
Esta semana visitamos a nuestros vecinos portugueses para contar una curiosidad de su historia. Lamentablemente, los españoles y portugueses, solemos desconocer casi completamente la historia de su vecino. José Saramago lo plasmó señalando que «España y Portugal son dos hermanos siameses que nacieron unidos por la espalda y que jamás se han mirado a los ojos”. Así que vamos a aportar nuestro granito de arena y hoy toca tratar una leyenda sobre uno de sus reyes, Sebastián I. Hoy hablamos del sebastianismo.
CONTEXTO HISTÓRICO
Por dar unas pinceladas del momento, la Portugal del siglo XVI, al menos en su primera mitad, se caracterizó por la llegada de enormes riquezas (principalmente especias) tanto de oriente como de sus territorios en el actual Brasil. Pero estos enormes beneficios también tuvieron consecuencias negativas, pues rompió súbitamente el equilibrio de la economía lusa y provocó un despilfarro y una opulencia importante. Por ejemplo, se prefería comprar muchos productos fuera por el simple lujo y prestigio que llevaban asociados, descuidando la producción nacional. Este fenómeno crearía un caldo de cultivo que también influiría en la anécdota que os traigo hoy.
En 1568, Sebastián cumplió 14 años y comenzó a reinar. Había recibido una educación donde estaba muy presente el culto al heroísmo militar, el carácter casi divino del monarca y la defensa del cristianismo. Pronto, el rey pensó que debía liderar una coalición para luchar contra los enemigos de la cristiandad y siempre que pudo orientó sus acciones a ello.
En 1572 intentó organizar una flota que acabó destrozada por un temporal. Dos años más tarde, se embarcó con destino al norte de África para combatir a los musulmanes, aunque el proyecto de nuevo quedó en nada. En 1576, un musulmán apoyado por los otomanos conquistó el trono de Marruecos, viendo Sebastián un enorme riesgo para la cristiandad. Como consecuencia, comenzó a organizar una expedición con todo lo que pudo reunir, la cual partió hacia África en 1578. Obsesionado por librar una batalla contra los por él denominados como infieles, desoyó las recomendaciones de sus militares más experimentados de no apartarse de la costa. Al final, cerca de Alcazarquivir, los ejércitos de Sebastián I y los del rey de Marruecos batallaron. La derrota portuguesa fue descomunal y según las crónicas, el propio rey fallecería. ¿O no?
LA SUCESIÓN DE SEBASTIÁN I
Antes de entrar en el simbolismo de su muerte, permitidme que dar unas pinceladas sobre lo que ocurrió en Portugal. El rey Sebastián no tenía ni hermanos ni descendencia, lo que provocó una crisis de sucesión. En un primer momento se solucionó con el acceso al trono de Enrique I, conocido como Enrique el cardenal. Enrique era uno de los hermanos del abuelo de Sebastián, el rey Juan III. Pero este monarca de 64 años, enfermizo, falleció en 1580, complicando aún más la sucesión.
Según las leyes de sucesión imperantes, la corona portuguesa podía recaer en tres personas. El primero, Felipe II de España. El segundo Antonio, prior de Crato, que era el hijo bastardo de uno de los hermanos del rey cardenal. Y la tercera, Doña Catarina, duquesa de Braganza y sobrina del rey cardenal. En el fondo se trataba de dos mentalidades: Felipe II significaba la unificación de las coronas ibéricas y los otros dos candidatos el mantenimiento de la independencia portuguesa.
Finalmente, como muchos sabréis, se impuso la opción de Felipe II, quedando unidas España y Portugal hasta bien entrado el siglo XVII. Volvamos a hablar de Sebastián.
EL SEBASTIANISMO INICIAL
Al llegar las noticias del desastre de la expedición y la muerte del rey, surgió un fenómeno de superstición colectiva rodeado de especulaciones, lo que los historiadores han conocido como sebastianismo.
Pero pese a nacer en este momento, hay que señalar que se aprovechó de una tendencia que había surgido en la primera mitad del siglo XVI. En una revuelta anti señorial acaecida en 1530, un zapatero llamado Gonzalo Anes Bandarra escribió unas trovas en las que mezclaba multitud de elementos como leyendas, hechos históricos, críticas a la situación del momento y a los grandes señores. Gonzalo no era buen escritor y se dedicó a mezclar términos que en su opinión sonaban bien pero que carecían de sentido, pero provocaban multitud de interpretaciones distintas.
Los judíos conversos, perseguidos a nivel religioso, entendieron los versos desde un punto de vista de que anunciaban la venida de un Mesías salvador, en la forma de un rey que restablecería el orden en la revuelta y los protegería. Este mensaje mesiánico fue pululando por el país, creando el caldo de cultivo ideal para que surgiese la leyenda tras el desastre de Alcazarquivir.
Cuando llegaron noticias de la muerte del rey, pronto todo quedó rodeado por un halo de misterio. Por un lado, pese a que se decía que el rey había muerto en batalla, nadie afirmaba haber sido testigo de su muerte y por otro, algunos señalaban que lo habían visto vivo después de la batalla. Los historiadores han querido explicar esto señalando que, según la ética caballeresca, el confesar que se había visto morir a un rey implicaba no haber dado la vida por él, lo que era una infamia. Por lo tanto, para no asumir esto, muchos preferirían crear ese halo de leyenda.
También, se señala que en la época no se quiso explicar bien la muerte del rey para evitar la indignación popular por semejante desastre y posiblemente para evitar parte del caos sucesorio que se venía encima. También, algunos difundieron noticias de que el rey había escapado y había regresado a Portugal, lo que provocó que oportunistas intentasen hacerse pasar por él, llegando incluso a sublevar regiones a favor de su causa. La mayoría lo pagarían con su vida tras ser descubiertos.
Pero, mira tú por donde, los versos de Bandarra, el zapatero mencionado antes, fueron releídos y la gente creyó ver que se trataban de una profecía que anunciaba la llegada de un mesías; Sebastián. Aquí se sumaron nobles nostálgicos y todos aquellos que se habían visto beneficiados por el rey. Es decir, partiendo de la mística de la publicación de Bandarra, la cual había venido pululando por el país, se le añadió el componente concreto del rey Sebastián, creando un potente mejunje ideológico que caló muy hondo en la sociedad portuguesa.
Pero esta profecía se prestaba mucho a adaptaciones particulares y pronto su simbolismo fue usado con fines políticos a lo largo de los años, variando el mensaje según los intereses de unas élites. El concepto era simple: Una idea mitificada se asentó en la conciencia popular con el paso del tiempo, y que pese a ser adaptada, mantenía algo en común: En momentos de sufrimiento colectivo, alguien vendría a salvar a los portugueses y ese alguien sería el rey Sebastián. Señalar que los judíos portugueses también creían en esto, aunque para ello el mesías no fuese el rey.
LA EVOLUCIÓN DEL SEBASTIANISMO
Al producirse la restauración de los reyes portugueses en 1640, tras la separación española, se pensó que Bandarra había predicho el hecho en sus profecías y llegó a ser venerado como Santo. Y al creer esto, lógicamente pronto pensaron que el regreso de Sebastián estaba a la vuelta de la esquina. Por esto, se obligó incluso a prometer al nuevo monarca, Joao IV, que si Sebastián volviese, le entregaría el trono.
Si seguimos con el breve recorrido histórico, pasemos al siglo XIX. Como os podéis imaginar, las invasiones francesas produjeron un nuevo brote de sebastianismo. En Lisboa corrieron noticias de que el rey aparecería con una escuadra para salvar a los portugueses, combatiendo a Napoleón en persona. Otros señalaban que ya había llegado y que se estaba preparando para dar la estocada definitiva a los galos. Y los franceses, en tono de sorna, señalaban que lo que los portugueses esperaban no era a Sebastián, sino a la flota y el ejército británico.
Pero, ¿tuvo el sebastianismo importancia sólo en Portugal? Os aseguro que no. Los emigrantes portugueses, allá donde fueron, lo llevaron consigo. Un ejemplo curioso lo tenemos en Brasil, donde fue asimilado y adaptado por los esclavos que llevaban los portugueses. Pero el caso más terrible ocurrió en la conocida como guerra de Canudos, acaecida en 1897. Comenzó cuando un predicador llamado Antonio Conselheiro, predicó por el nordeste brasileño que al finalizar el siglo, Sebastián regresaría y traería justicia a los hambrientos y miserables. Su mensaje caló hondó y provocó una enorme inestabilidad e incluso revueltas. Al final, el movimiento tuvo que ser sofocado por las armas, habiendo una carnicería de por medio. Curioso que la semilla de algo que ocurrió en 1578 pueda tener semejante eco en otra parte del mundo más de 3 siglos después.
Posteriormente, ya en el siglo XX, el sebastianismo pasó a ser un componente poético y apareció en las obras de diversos autores portugueses. Pero hay algo llamativo. Y es que en la cultura popular lusa, sigue presente el mito “del rey que ha de volver en una brumosa mañana”. Es muy poco probable que se crea en ello, pero la frase se utiliza para señalar un estado espiritual consistente en creer que aquello que se desea profundamente acabará sucediendo. Pero para que ocurra, habrá que esperar y esta espera será independiente del esfuerzo o de la implicación que se ponga en ello.
Así que, estate al loro por si algún día vuelve el rey Sebastián y… decide marcharse al ver que la situación, en el caso de España, no la arregla ni la resurrección de un rey del siglo XVI luso.
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¡Nos vemos la semana que viene!
BIBLIOGRAFÍA
La información del post procede de la obra:
- José Hermano Saraiva (1989), História de Portugal. Editorial Alianza Editorial.