MAX WEBER Y LA CARGA DE LOS CARGOS
Lo que os traigo hoy me ha llevado un tiempo cocinarlo hasta haber conseguido el punto justo de cocción. Max Weber ha accedido de nuevo a visitar el blog y darnos su particular visión de la política y los políticos. No viene contento y por cómo se muerde el labio parece que va a soltar una lista de improperios. Aún recuerda la anterior visita, en la cual tratamos el tema del “Monopolio de la violencia” por parte de los estados. Pero se le quedaron cosas en el tintero y quiere zanjar de una vez por todas el asunto. Os dejo con sus explicaciones, las cuales me asegura que están extraídas de su obra “La política como vocación”
¿QUÉ ES LA POLÍTICA Y EL POLÍTICO?
Para Max, la política es “la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del mismo entre los distintos estados, o dentro de un mismo estado, entre os distintos grupos de hombres que lo componen”.
Hasta aquí la definición no creo que sorprenda a muchos. Es directa y clara, haciendo del poder el eje central de la política. Esto último queda mejor reflejado en cómo define la persona que aspira a la política: “Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder “por el poder”, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere”.
Por lo tanto hablar de política negando ese poder es para Max algo falso e incluso hipócrita. La clave está en el objetivo final de ese poder y en cómo se piensa proyectarlo sobre la sociedad. Y aquí es donde define las dos clases de político que existen. Según él, se puede hacer de la política una profesión de las siguientes formas: O se vive “para” la política o se vive “de la política”. Aunque pueden darse varias razones que expliquen la diferencia, la clave está en el factor económico. Alguien vive para la política si su sustento no está en ella y lo hace otros menesteres (el poder por ejemplo). En cambio el que vive de ella no podría hacerlo si no recibiese otro sustento.
Esto le lleva a Max a establecer una barrera clasificadora: El político que no depende del salario obtenido con su tarea es más libre del que sí lo es. Y con libre se refiere a que tiene más radio de acción y no supone un problema en su supervivencia en el caso de quedar excluido de ella. En cambio, el político que sí vive de ella tendrá un mayor temor a verse privado de su actividad y se aferrará con mucha mayor fuerza a ella. Esto puede provocar que se acabe convirtiendo en un parásito chupóptero que pasa más tiempo sobrevivir a los demás que trabajando por el bien común.
Aunque esto pudiera ser una generalización banal, creo que es un buen punto de partida para empezar a discernir a los políticos.
LA POLÍTICA DE LOS LÍDERES
En todo grupo siempre hay un líder, y en la política esto no es una excepción. Pero, ¿cómo es el líder político característico para Max? Veamos:
“Desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el demagogo es la figura típica del jefe político en Occidente”.
Tarde o temprano tenía que aparecer la palabra demagogia. Definida por la RAE en su segunda acepción como “Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.”
El líder utilizará esta demagogia para atraerse el mayor número de votos, pues no olvidemos que los votos en la democracia dan lugar a escaños, los cuales dan lugar a cargos y éstos al poder, objetivo último.
Pero para conseguir esto, el líder debe rodearse de una camarilla que le ayude y le apoye. Y en esta camarilla encontraremos fácilmente gente que quiere vivir “para” y “de” la política, siendo por lo que parece lo segundo más común. Pero como uno se puede imaginar, esta gente esperará a la larga ver recompensado su apoyo y el líder sabe que deberá hacerlo o acabará perdiéndolo. ¿Dónde puede verse esto reflejado? En el reparto de cargos. Y aquí Weber vuelve a la carga con las siguientes afirmaciones:
“Lo que los jefes de partido dan hoy como pago de servicios leales son cargos de todo género en partidos, periódicos, hermandades, cajas del Seguro Social y organismos municipales o estatales. Toda lucha entre partidos persigue no sólo un fin objetivo sino también, y ante todo, el control en la distribución de los cargos.” Ojo que esto lo dijo en ¡1919! por lo que casi un siglo después parece que nada ha cambiado.
“Los partidos políticos sienten más una reducción de su participación en los cargos que una acción dirigida contra sus propios fines objetivos.”
“Con el incremento en el número de cargos a consecuencia de la burocratización general y la creciente apetencia de ellos como un modo específico de asegurarse el porvenir, esta tendencia aumenta en todos los partidos, que, cada vez más, son vistos por sus seguidores como un medio para lograr el fin de procurarse un cargo.”
Por lo tanto es una relación en la que ambos se necesitan y se quieren por conveniencia. El líder llega a serlo y los que le apoyan se aseguran un porvenir. Es así de simple y claro y creo que en España estamos hartos de verlo. Pero hagamos un poco más de zoom. El que el líder llegue a serlo tiene otras lecturas. Si reparte cargos a su antojo, empezará a controlar diversos organismos. ¿No son estos organismos políticos los que a su vez legitiman a un líder o controlan las riendas del estado? ¿No estamos hartos de ver como se eligen a dedo personas en justicia, prensa, policía y otros organismos que no deberían estar politizados?
Y lo peor, estos organismos que por su cometido son importantes socialmente, pasan a estar controlados por él. El líder tiene las herramientas de poder y encima puede utilizarlas en su propio beneficio, haciendo que lo presenten como una persona razonable y sensata. Además podrá utilizar sobre aquellos organismos sobre los que no puede ejercer control directo los otros que si controla, para atenazarlos y obligarlos a ceder.
EL SISTEMA RESULTANTE
Una vez explicados los mecanismos de demagogia-líder-cargos-poder-legitimidad (siendo estos dos últimos casi lo mismo), cabe pensar en el sistema político resultante. Weber se acomoda en el asiento y con expresión de disgusto comenta:
“¿Cuál ha sido el efecto de este sistema? El de que hoy en día, con excepción de algún que otro miembro del gabinete (y algunos originales), los miembros del Parlamento son, por lo general, unos borregos votantes perfectamente disciplinados.”
Da dos pistas: Por un lado políticos que aprovechan las sesiones o para realizar quehaceres personales o que sólo se presentan cuando se realiza una votación importante. Es decir, cargos cuya misión es simplemente acudir al parlamento cuando se les pide y no traicionar al partido. Borregos en definitiva, resultante del sistema de regalo de cargos. ¿No os suena esto? Políticos jugando con el móvil en las sesiones o una gran cantidad de sillas vacías excepto en los días en los que al partido le interesa una votación. Sigamos con otra consecuencia:
“Pues simplemente que se enfrentan entre sí partidos totalmente desprovistos de convicciones, puras organizaciones de cazadores de cargos, cuyos mutables programas son redactados para cada elección sin tener en cuenta otra cosa que la posibilidad de conquistar votos.”
¿Políticos que adaptan su mensaje (por no decir chaqueteros a sus principios) en función de los votos que puedan conseguir? Eso me suena de algo…
Vayamos con otro punto. ¿No os ha pasado que algunos candidatos parecen totalmente ridículos o inútiles para un puesto y aun así siguen en el mismo? Y me refiero a casos alejados del clientelismo familiar. Max asegura que en ocasiones los líderes hacen alianzas con ciertas personas en función del número de votantes que arrastren tras de sí. Esos votantes significarán más poder para el líder, el cual lo recompensará de nuevo con cargos. Por lo tanto cuando veáis a alguien así, pensadlo de este modo: ¿Qué influencia en las urnas tiene esa persona? Estoy seguro de que si esa persona fuese dañina en ellas no seguiría ahí.
LA PERLA FINAL
Antes de despedirse Max deja otra perla que hace ser más complejo y escandaloso el asunto.
Asegura que los líderes políticos no son el inicio de la cadena de poder. Estos a su vez están apoyados por magnates y empresarios, los cuales no se introducen en la política pero quieren beneficiarse de sus consecuencias. Escogen al candidato que mejor se adapta a sus ideas y lo promocionan por encima de los demás. Es decir, ponen a su disposición recursos sabiendo que en un futuro serán recompensados por ello. Por lo tanto el líder no deja de ser a su vez otra marioneta más del sistema. Aunque esto pueda sonar elemental, hoy en día mucha gente sigue pensando lo contrario.
Al final el objetivo es siempre el mismo, partiendo de los votos acabar con el poder. Y aquí Maquiavelo estaría encantado. Dan igual los medios, las maneras y todo. Los votos lo son todo y conseguirlos para perpetuarse el objetivo.
Y dicho esto el señor Max Weber se levanta y abandona la habitación. Se va serio pero con la esperanza de habernos hecho mirar este asunto con otros ojos y en definitiva de habérnoslos abierto.
No obstante, en mí surge una pregunta. ¿Y si esta región española de la que tanto se habla fuese en verdad una pelea por cargos, poder y control de las instituciones?…
CONCLUSIÓN
Esta entrada es ciertamente muy negativa con la política actual. No quiero con esto decir que todos los políticos sean así, pero es cierto que cada día vemos muchos casos que refuerzan esta idea. El político con vocación de serlo debe a su vez sortear muchos peligros y tentaciones, debiendo finalmente plegarse si quiere tener futuro en la política. Max lo resume diciendo que el verdadero político debe tener pasión por lo que hace, sentido de la responsabilidad y mesura. Y claro está, buscar el equilibrio de estas tres cualidades.
¡Hasta la semana que viene!
BIBLIOGRAFÍA:
La única fuente consultada ha sido el discurso completo de su obra “La política como vocación”, el cual podéis encontrar en el siguiente enlace:
http://disenso.info/wp-content/uploads/2013/06/La-poltica-como-vocacion-M.-Weber.pdf