Desde hace ya algunos años se ha venido haciendo hincapié en que estamos sumidos en un proceso de cambio climático que provocará un aumento global de la temperatura de varios grados, derretirá las masas polares y tendrán lugar desastres ambientales que cambiarán la faz de la tierra tal y como la conocemos hoy en día. Pero esta información fatalista, apoyada incluso por Hollywood en su cruzada por hacer películas del fin del mundo o de desastres cojea de muchos parámetros científicos.
Se habla mucho de cambios, pero se exagera en muchos casos y se olvidan cosas elementales. Lo primero es que hasta hace poco no se incluía la influencia de la corriente de los océanos en la temperatura global, cosa que aunque hace más complejo el estudio de la climatología, otorga mayor precisión al conjunto. Aunque es cierto que desde los periodos históricos conocidos como revoluciones industriales la temperatura ha subido algo por la presencia de mayor cantidad de gases en la atmósfera, también se han producidos fenómenos sin explicación, como el repentino descenso de temperatura y posterior recuperación sólo unos años después que tuvo lugar la década de 1940. Por lo tanto realmente aún no conocemos al 100% como funciona la climatología, y por lo tanto ni siquiera somos capaces de poder predecir extraños comportamientos y mucho menos, aquellos que son fatalistas.
El estudio de la climatología utilizando nuevas técnicas se puede decir que aún está en una fase de desarrollo poco avanzada. Entre las diversas técnicas que se utilizan para obtener datos climáticos del pasado, las más usadas son el estudio de los anillos concéntricos de los árboles, los estratos sedimentarios a diversa profundidad, los testigos de hielo y los arrecifes coralinos. Gracias a ellos, y determinando su antigüedad se puede observar las variaciones en su composición de compuestos y otros parámetros que permiten conocer la temperatura media de cada época. Con todos los datos, se han elaborado gráficos y mapas con resultados cuanto menos sorprendentes.
Evidentemente el clima no es algo fijo, y va cambiando con el tiempo, pero se pensaba (y así lo cree mucha gente) que sólo se distinguen periodos cálidos y fríos de gran magnitud. Hace 18000 años tuvo lugar el cénit de la última glaciación y técnicamente deberíamos ir en camino hacia un periodo extremo de calor, pero eso es sólo verdad a medias.
Se sabe que tras la última glaciación (cuyo fin fue muy drástico y se estima que fue hace 10.000 años), el clima se estabilizó de forma extraña. Pero esta estabilización no significó que no se produjesen oscilaciones climáticas, pues se han venido observando varias de diferente magnitud de tiempo. Entre ellas encontramos la cíclica de 1100 años, que ha estado muy presente en el desarrollo de la historia del homo sapiens. Según ella, aproximadamente cada 11 siglos se produce un pico de temperaturas más altas o más bajas. ¿Pero de cuántos grados de diferencia estamos hablando? En los casos más extremos de 1°, aunque el valor medio sea sólo 0,5°. Esta mínima diferencia, a nivel global trae cambios muy notables provocando que los desiertos avancen, que haya sequías, fenómenos extremos en algunas áreas y que en otras se produzca una moderación de la temperatura (Como curiosidad era común en el siglo XIII encontrarse viñedos en el sur de Inglaterra, algo que hoy es impensable sin ayuda de tecnología específica, la cual que no existía en aquella época).
Estos periodos, dan lugar progresivamente a otros opuestos, y si el periodo cálido medieval fue bueno para Europa, posteriormente se vio azotada por un periodo más frío de la media conocido como el largo invierno Europeo, cuyo mínimo se dio entre los siglos XVII y XVIII y como particularidad, el támesis se congeló completamente (cosa que sólo se ha registrado varias veces). Según la zona, estos picos altos (óptimos) más o menos se dieron en los siglos IX a.C.; II d.C, XIII d.C y se supone que cerca del año 2300 volverá a darse otro. Hay que señalar que las razones de estos picos no están muy claras pero puede deberse a cambios en la órbita de la tierra. Aún así, la temperatura no crece igualmente en todas las regiones y es más, en algunas hasta disminuye.
Por lo tanto hay que señalar que vivimos en un mundo donde hasta el clima cambia, pero debemos de tener cuidado con los fatalismos que nos venden, pues en muchos casos son estrategias y negocios que hacen a gente como Al Gore más rica aún, a base de inundar el mercado con unos datos que a las mínimas investigaciones reales son rebatidos con rotundidad.
A los que os haya picado el gusanillo, os recomiendo a dos autores con libros al respecto. Ambos son británicos y se trata de Hubert Lamb y de Brian Fagan.