Hoy me propongo desempolvar otro capítulo de la historia de España que al igual que otros ha sido relegado a un triste olvido. Y es que no me cansaré de decir que los españoles somos expertos en olvidar nuestras gestas, ensalzar nuestras derrotas y llenar de elogios a los líderes y hechos de otras naciones. Y este derrotismo histórico, fomentado desde fuera y apoyado desde dentro del país ha provocado que nuestra historia en la enseñanza obligatoria sea tan fútil como manipulada. Puede que algunos tras estas palabras me acusen de querer justificar éxitos pasados sin repercusión directa actual, pero si uno observase como todas estas gestas han configurado el carácter de un español, seguro que reflexionaría y se movería hacia otras posiciones.
El tema de hoy, el camino español, cayó en el olvido (y esto es una opinión personal) por un lado por la leyenda negra que ha perseguido a España y por otro por la escasa habilidad de nuestros gobernantes de hacernos recordar épocas en las que el coraje, la lucha y el valor hacían dar lo máximo a cada persona. Y así fue, y no de otro modo, como se forjó el carácter que junto al “descubrimiento” de América dio el cetro de gobernador mundial a la corona española.
EL POR QUÉ DEL CAMINO
El camino español fue la consecuencia de varias acciones políticas y militares:
La hija de los reyes católicos, conocida popularmente como Juana la Loca, se casó con el rey de la dinastía de los Habsburgo Felipe I el Hermoso. Al morir este último (y el rey Fernando el Católico), el hijo de ambos, Carlos I de España y V de Alemania, heredó el trono en 1516. Pero no sólo heredó los terrenos de España. De su lado materno también heredó un imperio americano en expansión, el reino de Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Pero por su parte paterna, de los Habsburgo (que reinaban en Austria) heredó algunos condados en el este de Francia y el sur de Alemania y los territorios de Flandes (parte de la actual Bélgica y Holanda). Para mayor comprensión os adjunto un mapa de 1547.
Pero este vasto imperio necesitaba un control que provocó un gasto muy considerable en guerras (estamos también en época de luchas religiosas). Era por tanto muy necesaria la presencia de tropas españolas que en combinación con las tropas imperiales de los Habsburgo mantuviesen el control político y religioso de esta cantidad de micro estados. Para aquellos que no comprendan esto, basta con recordar que Carlos V fue el emperador del Sacro Imperio y que el prestigio y el poder de éste residían en su habilidad diplomática, militar y religiosa.
Y así llegamos a Flandes. Esta región era en la época una de las más ricas de Europa con su comercio (fundamentalmente telas). Además su situación respecto a Inglaterra y el resto de mares de Europa era muy estratégica, lo que la convirtió en un activo muy deseado por la corona española. Pero, esta tierra sólo iba a traer quebraderos de cabeza a las armas hispanas. Las luchas con los habitantes de la zona (espoleadas por las diferencias religiosas) provocaron que España necesitase casi constantemente enviar soldados a Flandes con los que controlar las sublevaciones y mantener el territorio. Y esto sería una constante hasta la pérdida del mismo en la Paz de Utrecht en 1713.
Pero esta necesidad de soldados podía cubrirse por mar y no necesitar un camino a través de toda Europa (esto lo pensamos todos). Pero aquí entraron en juego el mar y los enemigos de España. Las guerras contra los ingleses sumadas a los ataques navales holandeses y a las tormentas provocaron más de un desastre naval que sumado al miedo de los dirigentes de la época, temieron que un envío por mar podía perderse de la noche a la mañana. Pero esta no fue la única razón. El envío por mar no aseguraba el controlar porciones del Sacro Imperio que eran necesarias para la estabilidad imperial (y de paso cercar por la derecha a una nación en crecimiento como Francia que en cualquier momento podría atacarlo metiendo tropas en los territorios imperiales).
Además, el sistema de los tercios españoles, los cuales generalmente recibían un entrenamiento militar en Italia, favorecía por cercanía el transporte terrestre a través de Europa en vez del marítimo a lo largo del Atlántico.
EL PRIMER CAMINO
Una vez analizadas someramente sus causas, quedaba por lo tanto establecer una línea segura a través de las posesiones del Sacro Imperio y cuyo destino fuese Flandes. No me quiero ni imaginar la combinación de trabajos logísticos, diplomáticos y militares para tal empresa (y en pleno siglo XVI).
Tras mucho dilucidar, se pensó que los dos objetivos iniciales serían desembarcar en el puerto de Génova y posteriormente hacer reunión de soldados en Milán (donde se sumaban soldados del sur de Italia). A partir de aquí en función de las alianzas y de la facilidad de paso (no olvidemos que los Alpes se interponían en el camino) el camino discurriría por un terreno u otro.
Con todo acordado, en 1567 el Gran Duque de Alba fue el primero en recibir la misión de transporte de una fuerza aproximada de 10.000 soldados. Para ello partiendo de Madrid y tras llegar a Cartagena fue haciendo escala en diversos puertos (recogiendo soldados) hasta llegar a Génova y luego por tierra a Milán.
De aquí y aprovechando la alianza con la casa de Saboya, pasó al Franco Condado (posesión española), luego Alsacia-Lorena (aliada) y por último Luxemburgo y ya Flandes (en poder español). En total unos 1200 kilómetros a través de relieves escarpados, cruzando ríos y atravesando lugares peligrosos. Casi nada y repito, en pleno siglo XVI.
EL SEGUNDO CAMINO
La alianza de la casa de Saboya con Francia en 1622 (en plena guerra de los treinta años) impidió la realización del camino por el oeste y fue necesaria una alternativa a través de Suiza o Austria. Es aquí cuando surge el segundo camino. A partir de Milán, cruzaba por un paso en una zona conocida como la Valtelina o atravesaba los cantones suizos para llegar a Constanza. Desde el Tirol o Constanza, se bordeaba el sur de Alemania y a lo largo del rio Rin se enlazaba con la región de Alsacia y por último Flandes.
Pero la invasión sueca del rey Gustavo Adolfo (sí, los suecos llegaron a dominar el río Rin y hasta Bavaria), hizo impracticable el camino hasta la batalla de Nördlingen en 1634 en la cual la derrota sueca a manos españolas volvió a abrir el camino. Pero esta nueva apertura iba a durar poco, pues ese mismo año Alsacia y Lorena cambian su alianza por los franceses volviendo a hacerlo impracticable. Y aunque España intentó recuperarlo, su derrota contra los galos en Rocroy en 1643 sumada a su derrota en la guerra de los treinta años acabó con la posibilidad para siempre de establecer de nuevo el camino.
Este segundo camino muestra la fuerte sujeción de éste al panorama político y bélico de la época. Bastaba un cambio de alianza para hacerlo impracticable y que se requiriese el envío de soldados para abrirlo de nuevo. Lo que da aún mucho más mérito a que sobreviviese durante más de medio siglo.
ALTERNATIVAS
Los españoles sabían de lo fácil que era bloquear el camino entre tantos estados cambiantes de alianzas. Para ello establecieron una serie de alternativas que luego fueron respondiendo a las necesidades aunque en mucho casos no dejaron de ser más que futuribles proyectos no llevados a cabo. A pesar de las alternativas, principalmente fueron los dos caminos explicados los seguidos (el segundo con la variante de acceder al sur de Alemania por Constanza o por el Tirol austriaco).
CONCLUSIÓN
Aún en pleno siglo XXI uno se sigue maravillando del trabajo llevado a cabo por estas gentes para poder transportar soldados a Flandes. Según los datos oficiales, 123.000 soldados discurrieron por el camino español entre 1567 y 1620, lo que viene a ser una cifra brutal para las infraestructuras de la época.
Los tercios españoles agrandaron su fama de casi invencibles por estos caminos y su sola presencia sirvió para solucionar un problema, ya fuese por el temor a enfrentarse a ellos, como por el resultado de un hecho de armas.
Pero no todo fue positivo. Si bien es cierto que la presencia española a través de Europa le hizo ganar mucho prestigio, también provocó una dilapidación de recursos colosal. Los gastos de mantener el camino abierto fueron enormes y endeudaron muy considerablemente a los Habsburgo y por ende a las arcas españolas. Aunque durante gran parte de la existencia del mismo su coste pudo ser pagado a través de la plata y el oro llegado desde América, la inflación provocada por ello sumado a las crecientes dificultades del comercio debido a la piratería provocó que se viviese en una escasez permanente. España, enfrentada a casi todas las naciones del continente no pudo a la larga sobrevivir como imperio. Así que de algún modo podemos decir que Europa fue una fuente de prestigio para España y al mismo tiempo su tumba (aunque aún faltase más de un siglo para ello).
Volviendo al camino, actualmente existen asociaciones cuya función son dar a conocer y evitar que se olvide el camino español. Existen libros, rutas en bicicleta y una serie de relatos que ayudan a uno a sumergirse en una época gloriosa en la que bastaban el ruido de las pisadas de los tercios para hacer temblar a más de un enemigo.
¡Hasta la semana que viene!