EL INCREIBLE VIAJE DE RUY GONZÁLEZ DE CLAVIJO
Tras varias entradas dedicadas a otros menesteres, vuelvo a la senda de aquellos españoles cuyas hazañas han sido enterradas por el olvido. En este caso, trataré una página tan brillante como exótica de la historia de la diplomacia española, aunque ésta se diese en tiempos donde la nación española no había comenzado a andar. Para contextualizar los hechos, hemos de retroceder hasta el siglo XIV, época donde se mezclaban la reconquista contra los musulmanes con las peleas entre los reinos cristianos de Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y el resto de Europa.
Uno de los reyes de Castilla, Enrique III (foto), conocido con el sobrenombre de “El doliente” por sus problemas de salud, quiso poner fin al riesgo que suponía el control por piratas y por naciones no cristianas del mar Mediterráneo. Este control provocaba que el comercio marítimo se viese constantemente atacado y que el reino nazarí de Granada recibiese efectivos militares procedentes de tribus del norte de África, efectivos que eran utilizados contra los reinos cristianos. Las debacles de las naciones cristianas en diversas batallas, sumadas al creciente control de flotas musulmanas del mar Mediterráneo, fueron un aliciente extra para que Enrique III se decidiese a actuar. Viendo que la fuerza no iba a poder ser siempre la solución, decidió fomentar el envío de delegaciones diplomáticas.
Y una de esas embajadas iba a tener un final inesperado. Tras la derrota cristiana en la batalla de Nicópolis en 1397 contra el imperio otromano, el rey castellano temiendo que las represalias turcas cristalizasen en el envío de tropas al reino de Granada y por lo tanto al resto de la península, decidió enviar una embajada al sultán otomano para formalizar relaciones diplomáticas. Pero la historia es caprichosa, y los éxitos de unos hoy, se convierten en fracasos al día siguiente. Al llegar esta delegación a Ankara, observan la gran derrota turca contra un emperador timúrida, Tamerlán (cuyo imperio Timúrida fue tan grande como desconocido). Los diplomáticos, dudan sobre lo que hacer, pero al final deciden entregar los presentes que llevaban para el sultán turco, al nuevo ejército vencedor. Tras introducirse ante Tamerlán, éste complacido agradece la visita y envía una misiva a Enrique III. Cuando los embajadores vuelven a Castilla, el rey observa que el peligro de los turcos era menor de lo que esperaban y que puede ser contrarrestado en gran medida mediante una alianza con el imperio de Tamerlán. Y aquí, es donde comienza la gran epopeya de Ruy González de Clavijo.
Enrique III decide enviar una embajada a Tamerlán para tal propósito. La única pega era que Tamerlán tenía su residencia en Samarcanda, en la actual Uzbekistán, a unos 7000 km del reino castellano. Y en aquella época no había ni aviones, ni buenas infraestructuras terrestres. Debido a la importancia del proyecto, decide encargárselo a uno de sus hombres de confianza, el madrileño Ruy González de Clavijo (foto).
La fecha del nacimiento de Ruy es desconocida en la actualidad, pero si se sabe que nació en Madrid, que por aquella época no era más que un pequeño poblado. Su habilidad y contactos le llevaron a ser nombrado camarero real (jefe de la cámara del rey) durante el reinado de cuatro reyes (entre ellos Enrique III y su hijo Juan II). Tras recopilar información previa del viaje y sus objetivos, el siguiente paso fue buscar personas que le acompañasen como ayudantes. En total le acompañaron 16 personas, destacando a Fray Alonso Paez de Santamaria (religioso, teólogo y conocedor de muchas lenguas) y a Gómez de Salazar (militar y guarda del rey). Tras tenerlo todo listo, incluyendo una caravana de presentes para Tamerlán (con telas, plata y halcones), zarparon de El Puerto de Santa Maria el 22 de mayo de 1403.
Las fases iniciales de su viaje transcurren en barcos cruzando el Mediterráneo, soportando tormentas y parando cada cierto tiempo en puertos costeros. Esto tenía un sentido y se basaba en que bordeando las costas del norte de este mar era más fácil evitar los ataques de piratas y más fácil resguardarse en zonas “amigas” en caso de peligro. Así transcurren los primeros meses hasta que llegan cruzan el Bósforo y llegan a Constantinopla (actual Estambul) el 28 de octubre (5 meses sólo para ese tramo, lo que viene a indicar la dificultad del viaje). En esta ciudad y sus alrededores pasan gran parte del invierno buscando un transporte que los llevase por el mar Negro a Trebisonda, en el noreste de la actual Turquía. Allí llegan en marzo de 1404 y es a partir de aquí donde la senda marítima se acaba, y quedaba por realizar el resto del viaje por tierra.
Si nos paramos a pensar, es sencillamente enorme la inseguridad y la incertidumbre que estas personas debían de tener cruzando tierras desconocidas, donde no sabían si cada paso que daban podía ser el último por ser atacados, por perderse o por caer enfermos. Tras cruzar las zonas montañosas de del este de Turquía (donde se maravillan con el monte Ararat, lugar que la Biblia asegura que reposó el Arca de Noé), de Armenia y de Irán, penetran en los desiertos de Persia. Quiere la mala suerte que la expedición llegase a estos desiertos en épocas veraniegas, y por lo tanto sufren las consecuencias del fuerte sol y del calor. A pesar de que como medida deciden viajar de noche, varios de la comitiva caen enfermos en Teherán. La situación se pondrá dramática cuando en Nishapur (noreste de Irán), muere Gómez de Salazar. A pesar de la mala situación, saben que no pueden cesar en la consecución de su objetivo, y tras orar por su vida, se encaminan de nuevo hacia Samarcanda. El 17 de julio salen de la frontera actual de Irán y entran en la actual Turkmenistán, que será cruzada sin apenas descanso hasta conseguir llegar a Samarcanda a finales de agosto de 1404. Inmediatamente quedan maravillados por la belleza de la ciudad y así lo escribe en sus notas Ruy.
A pesar de que llevaban más de un año viajando por tierras desconocidas, aún no podían relajarse, pues debían conseguir reunirse con Tamerlán (foto), mostrarle el debido respeto y obtener una respuesta de él. Es importante imaginar el nerviosismo de la expedición para no equivocarse en el protocolo y enfadar al khan timúrida, cosa que por suerte no ocurrió. Tamerlán los recibió encantado y en palabras de Ruy, alabó al rey castellano Enrique III.
Aunque no responde a las peticiones castellanas, agasaja a la comitiva invitándolos a fiestas y bodas durante tres largos meses. La expedición estaba encantada, pues estaban llevando un gran tren de vida aún a pesar de que su misión no había terminado. Parece que el gran número de embajadas visitantes, sumadas a un lento proceso protocolario y diplomático hacía que la respuesta se alargase. Y lamentablemente esta respuesta nunca se dio. El periodo festivo y la embajada tocarían a su fin por dos hechos. Por un lado la débil salud de Tamerlán, que no quería que las naciones extranjeras lo viesen en un estado enfermo, y por otro el inmediato comienzo de una campaña militar del mismo khan contra el imperio chino. Tamerlán invita de una manera rápida y algo tosca a todas las embajadas a abandonar Samarcanda y a regresar a sus dominios de partida.
Aunque esto disgusta a los castellanos, pues no habían podido conseguir su objetivo tras más de año y medio de abandonar la península ibérica, no podían hacer otra cosa, ya que la orden provenía del mismísimo khan. Tocaba por lo tanto realizar un triste viaje de vuelta.
Y al poco tiempo de abandonar Samarcanda, cuando iban por Irán, la expedición conoce la muerte de Tamerlán. Al momento surgen nuevos temores, pues es bien sabido que a la muerte de un gran emperador surge un periodo de incertidumbre sobre qué pasará y si los territorios dominados permanecerán fieles al imperio. Por suerte, a pesar de este hecho, pudieron cruzar Irán sin problemas, siendo el mayor obstáculo el crudo invierno de 1404 que debieron sufrir hasta llegar de nuevo a Trebisonda en Turquía. Desde allí volvieron en barco a Constantinopla arribando el 22 de octubre de 1405. Posteriormente siguiendo una ruta marítima parecida a la de la ida por el Mediterráneo, llegaron a la península ibérica.
El 24 de marzo de 1406 fue el día que se reunieron en Alcalá de Henares con el monarca Enrique III. Casi 3 años habían pasado. Tres años de viajes, de privaciones, de incertidumbres, de largos caminos, de enfermedades etc… La reunión con el rey no está muy documentada, ya que Ruy no lo cuenta en su libro, pero parece que el monarca no quedó muy contento con el fracaso del objetivo de una alianza militar con Tamerlán.
A pesar de este fracaso, Ruy González de Clavijo conservó su puesto e influencia en la corte de Castilla. Enrique III murió en diciembre de 1406, meses después del fin de la expedición, y le sucedió su hijo Juan II, quien mantuvo en el cargo a Ruy y quien no encargó otras embajadas tan ambiciosas como la de su padre. Así pasaron los años hasta que en 1412 falleció Ruy González de Clavijo en Madrid, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco el Grande.
Pero sin duda no deja de maravillarme la hazaña de estos hombres a pesar del fracaso de sus objetivos. Es sencillamente espectacular como un reino pequeño como el castellano de la época, decidiese mandar una embajada al confín del mundo conocido por los europeos para buscar una alianza militar. Y si ya es increíble el hecho de ordenarla, más increíble es ir a Samarcanda, entrevistarse con Tamerlán y regresar a Castilla, sobreviviendo. Sin duda una página de la historia española tan espectacular como olvidada.
El mismo Ruy González de Clavijo (ayudado por Fray Alonso Paez), a la vez que viajaba realizó una descripción rica en detalles de todo lo que veía y le pasaba. Esta descripción quedó recogida en un libro conocido como Embajada a Tamorlán, que tuvo una influencia importante y que ha servido a muchos historiadores para descifrar los entresijos de unos lugares en una época desconocida para los europeos. Las interesantes descripciones de costumbres y personajes orientales explicadas en estricto orden cronológico de la embajada alcanzan una elevada rigurosidad. Todo ello convierte al libro en ameno, interesante y preciso y en uno de los referentes de la literatura medieval española. Además el libro ha sido comparado en calidad con el Libro de las Maravillas de Marco Polo aunque habiéndose escrito el libro de Marco Polo casi un siglo antes.
Y para terminar, quisiera señalar que en la actualidad, un barrio de Samarcanda lleva el nombre de Madrid en honor a esta expedición (lo que tampoco deja de ser curioso). Inicialmente fue una ciudad independiente, pero el crecimiento de Samarcanda hizo que fuese incluida en sus dominios. Además una calle de la ciudad uzbeka lleva el nombre del jefe de la expedición.
Los que queráis una narración con detalles de esta expedición os recomiendo varios links al final. ¡Qué los disfrutéis! ¡Nos vemos la semana que viene! 🙂
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