BLAS DE LEZO, UN MILITAR EXTRAORDINARIO
Valiente, orgulloso, fuerte, leal, independiente, estratega, astuto, tenaz, patriota, genuino, apasionado, líder, luchador, capaz, audaz, trabajador, previsor, sereno, inteligente, honesto, prudente, justo, altanero, exigente, eficiente, respetuoso, persuasivo, responsable, charlatán, enérgico, firme y convincente.
Sin duda la suma de estas palabras forjan el carácter de uno de los más grandes militares de toda la historia de España. Un hombre tan brillante como olvidado, cuyo esfuerzo legendario provocó que España mantuviese su vasto imperio durante muchos más años.
En un acto de cordura histórica, la figura de Don Blas de Lezo y Olavarrieta se está recuperando dentro del territorio español (muy recomendable la exposición dedicada actualmente a su persona en el museo naval de Madrid). A pesar de ello es triste que aún sea muy desconocido en España, mientras que en otros países como Colombia es considerado un héroe.
Y si hay algo que fascina en este personaje, es la habilidad para superar las adversidades que sufrió, a la vez que sus acciones son para enmarcar en los anales de los grandes éxitos militares de la historia. ¡Ay si este personaje hubiese sido británico o estadounidense! ¡La de películas que Hollywood le habría dedicado y la de sitios que llevarían su nombre!
Don Blas de Lezo nació en Pasajes (Guipúzcoa) en 1689, hijo de una familia con gran tradición naval. Estudió en Francia, y con escasos 11 años ya se vio envuelto en asuntos militares al estallar la guerra de sucesión española. Debido a su influencia francesa, luchó en el bando borbónico encabezado por Felipe de Anjou (futuro Felipe V en España). Y esta guerra le costó muy cara pues en tres batallas su cuerpo quedó desfigurado para siempre. La primera vez, en 1704, en un combate naval frente a las costas de Vélez-Málaga, una bala de cañón le destrozo la pierna izquierda, teniéndosela un cirujano que amputar por debajo de la rodilla. Se dice que ni se quejó y que aceptó con resignación el daño sufrido, lo que impresionó a los mandos militares, le valió el ascenso a alférez de navío y el ofrecimiento real para ser asistente de cámara del aspirante borbónico.
Pero él rechazó la vida de comodidades que se le ofrecía al señalar que su vida no estaba en los palacios, sino en el mar y concretamente allá donde hubiese una batalla que librar. La segunda gran pérdida que sufrió fue la de su ojo izquierdo en 1706, el cual fue destrozado por una esquirla provocada por un cañonazo en el asedo de Toulon. Y como no hay dos sin tres, por muy cruel que pueda sonar, en 1714 recibió un disparo en su brazo derecho, quedando inutilizado para el resto de su vida.
Así que resumiendo, con escasos 25 años, Don Blas era tuerto, manco y cojo, y aún así seguía guerreando. Es admirable su fuerza de voluntad, pues aún en pleno siglo XXI resulta increíble. Con sólo pensar en sufrir la misma la mala suerte, se le ponen a uno los pelos de punta. Grande Don Blas por demostrarnos que nunca hay que tirar la toalla por muy complicada que pueda ser la vida, pues mientras el espíritu y el arrojo sean grandes, sólo la muerte puede pararte.
Tras la guerra de sucesión española, siguió demostrando su valía en diversas campañas y batallas, como Mallorca, Génova, Orán y el Caribe, en las que destacó brillantemente y fue agrandando su leyenda. Ya fueran piratas, naciones o reinos todos temían enfrentarse a él.
Y así fue hasta 1741, año en el cual murió y realizó su gesta más espectacular. Debido a un supuesto incidente entre un marino español y un pirata inglés (se dice que el español le cortó la oreja), Gran Bretaña y España entraron en guerra. El objetivo británico era acabar con el dominio español en el Caribe y para ello organizó una flota de ataque a uno de los puertos españoles más emblemáticos de la zona debido a su posición estratégica: Cartagena de Indias, en Colombia.
La flota inglesa contaba con casi 200 barcos y unos 30.000 soldados, mientras que la española contaba con 6 barcos y unos 3.000 hombres. Ya de partida resulta abrumadora la diferencia, y hay que señalar que los británicos movilizaron una flota de desembarco naval sólo superada por su aportación al desembarco de Normandía en la segunda guerra mundial. Y es que todo pintaba muy negro para la corona española, tan negro, que hasta el almirante británico encargado del ataque, Edward Vernon, envió una misiva al Reino Unido anunciando su victoria antes de incluso haber luchado (olvidó el refrán que dice que no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo…). Los británicos en respuesta hicieron monedas conmemorativas en la cuales se veía a Blas de Lezo arrodillado ante Vernon donde se podía leer “El orgullo español humillado por Vernon”.
Pero ante esto, ¿Qué podía hacer Blas de Lezo como responsable de la defensa de la ciudad? A la escasez de efectivos se le sumó su gran rivalidad con el virrey español, Sebastián de Eslava, con el cual tuvo más de un enfrentamiento. Pocos hombres, enemistad con el virrey, cojo, manco y tuerto…. Parece la crónica de un desastre anunciado. Pero si algo hemos de aprender de Don Blas, es que nunca uno ha de rendirse.
Aprovechando las fortificaciones de la zona y las ventajas geográficas que le ofrecía el terreno, situó su artillería y sus hombres de un modo que entorpeciese enormemente el avance inglés. Y así fue hasta tal punto que debido al clima tropical de la zona, las enfermedades producidas por los mosquitos y otros factores climáticos, los efectivos atacantes fueron siendo diezmados. Esto desquició a Vernon, quien jugó todas sus cartas lanzando sus soldados al ataque. Don Blas, sabedor de este ataque y habiendo preparado un brillante plan, esperó hasta que los ingleses estuvieron cerca de la fortificación más importante, la de San Felipe. Cuando menos se lo esperaban los británicos, lanzó a sus tropas fuera de la fortificación cogiendo a los ingleses por sorpresa y provocándoles una retirada caótica que acabó en desastre. Vernon, al ver su fracaso, se marchó de la zona dejando a su suerte a muchos de sus soldados.
¿Y qué consecuencias tuvo la batalla?
La más inmediata fue que permitió que España conservase Cartagena de Indias, y por ende todas sus posesiones en el Caribe y en la parte norte de Sudamérica. Hay que señalar que si se hubiese perdido esa ciudad, los ingleses se habrían hecho con todo el control de los territorios españoles en Sudamérica y muy posiblemente estos países hoy en día hablasen inglés y no castellano.
Al llegar la noticia a Gran Bretaña, el rey entró en cólera y ordenó bajó pena de muerte que no se escribiese nada sobre lo sucedido. Esta es una de las razones por las que hoy Don Blas es tan desconocido en la historiografía mundial, ya que son los británicos los principales escritores de los hechos históricos que hoy en día podemos leer. ¿Curioso eh? Hay que saber que muchos hechos de la historia de España han sido contados por hispanistas, es decir, historiadores extranjeros, que amoldan siempre que pueden los hechos al beneficio de su país de origen en detrimento de España.
Don Blas murió a los pocos meses debido a las heridas sufridas en el asedio de Cartagena de Indias. Lo más triste es que no se sabe donde está enterrado y por lo tanto no se le pudo ni se le puede rendir homenaje a su cuerpo hoy en día. Otro hecho lamentable, fue que tuvieron que pasar 20 años después de la batalla para que sus méritos fueran reconocidos por la corona española, pues el virrey, debido a su mala relación con Don Blas intentó llevarse todo el mérito.
En resumen, estamos ante un personaje de gran talla y de poco renombre hoy en día, un personaje que supera con sobra los méritos de otros encumbrados como Nelson, Stonewall Jackson, Eisenhower o Montgomery. Supo adaptarse bien a la época, y nos demostró que con corazón todo se puede, y que incluso siendo “mediohombre” (como le llamaban despectivamente debido a sus heridas), uno puede tener más coraje y ser más eficaz que decenas de “hombres enteros”.
A todos aquellos a los que le haya conmovido este personaje, desde hace varios años existe una estatua en honor de Blas de Lezo junto a la plaza de Colón de Madrid.
Para finalizar esta larga entrada, quiero comentar un hecho que demuestra que además de gran militar, Don Blas sabía desenvolverse bien con una pluma. Al huir Vernon de Cartagena de Indias, se permitió una fanfarronada al enviar una carta a Don Blas señalando que iban a Jamaica a aprovisionarse y que volverían. Don Blas, en un acto de cordura y brillantez dialéctica le contestó lo siguiente:
«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»
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