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LA TROMPETA DE JERICÓ

La hazaña de Poon Lim

POON LIM, UN NÁUFRAGO A LA DERIVA

ÍNDICE DEL POST

    Poon Lim

    Saludos queridos lectores y sed bienvenidos una semana más al blog. Hoy nos embarcamos (y nunca mejor dicho), en una hazaña increíble, la cual tuvo lugar durante la segunda guerra mundial. Una historia de superación en alta mar generalmente muy desconocida. Vayamos con ella y con nuestro protagonista, Poon Lim.

    UN MERCANTE AL FONDO DEL OCÉANO

    Por todos es sabido que la principal táctica de los nazis en el Atlántico consistió en usar su flota de submarinos para atacar los convoyes mercantes de los aliados, buscando ahogar su comercio y suministros. Y esta historia se engloba en esto. El 23 de noviembre de 1942, un submarino germano torpedeó y hundió el mercante británico SS Benlomond en el océano Atlántico, a unas 750 millas al este del río Amazonas. El navío hacía la ruta entre Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y la Guyana holandesa (actual Surinam, al norte de Brasil) y para su mala suerte, se había desviado de su ruta original debido a una tormenta. Tras impactarle varios torpedos, el buque se fue a pique, encontrando los alemanes 5 supervivientes, los cuales fueron hechos prisioneros. Pero había un sexto en el que nadie había recabado.

    Benlomond
    Benlomond, el navío con el que comienza esta historia

    Se trataba de un ciudadano chino de nombre Poon Lim y que en ese momento tenía 24 años. Poon se había unido a la tripulación poco tiempo antes, lo que puede indicar que no le acompañaba la suerte. Pero esto no era así. Por un lado podía considerarse afortunado de haber sobrevivido al impacto de los torpedos al encontrarse en otra parte del barco y por otra, tuvo el tiempo necesario para lanzarse al agua y alejarse nadando antes de ser engullido por el hundimiento. Pero esta maniobra, sumada al cansancio no le permitió contactar de vuelta con sus compañeros y ser rescatado. Por lo tanto quedó flotando a la deriva.

    Os podéis imaginar que la situación era realmente difícil para nuestro protagonista. Pero hay un sabio refrán que dice que Dios aprieta pero no ahoga y eso fue lo que ocurrió. Al poco, Poon pudo observar restos flotantes del mercante hundido y entre ellos había una primitiva balsa salvavidas. Haciendo un esfuerzo inhumano, pudo nadar hacia ella, subirse y al menos descansar.

    Y aquí comienza la epopeya de nuestro protagonista, subido a una balsa cuadrada de unos tres metros de lado y construida mediante listones de madera atados a bidones.

    UN NAÚFRAGO A LA DERIVA

    Cuando Poon Lim revisó su “navío”, se alegró de observar que la balsa contenía un kit de supervivencia con un recipiente de 30 litros de agua, latas de galleta, chocolate, azúcar, bengalas, una linterna y cuencos de aluminio. Pese a que podáis pensar que estos objetos no eran gran cosa, eran lo suficiente para poder sobrevivir un tiempo a la deriva. También, en otro golpe de suerte, halló días más tarde una tela flotando en el océano, la cual debía de haber pertenecido al Benlomond. La misma le serviría para protegerse del sol y evitar quemaduras. También, con un trozo de cuerda, se ató a la embarcación para evitar caerse de la misma y separarse de ella en caso de tormenta, lo que sin duda hubiese provocado su fin.

    Poon Lim
    Poon Lim, el protagonista de esta historia.

    Y en estas condiciones, el tiempo comenzó a correr. Poon sobrevivía a base de las provisiones encontradas y la balsa era movida a merced de los vientos y las corrientes y alguna que otra tormenta. Pero a partir de la séptima semana y como os podéis imaginar, la comida comenzó a escasear y tuvo que improvisar una especie de anzuelo para pescar, utilizando piezas de su linterna. Gracias a su última galleta, usada como cebo, pudo pescar una sardina, la cual usó a su vez para pescar peces más grandes. Y la táctica le funcionó e incluso le permitió darse un gran banquete al capturar multitud de peces de un banco muy numeroso.

    Pero pese a que su ingenio le estaba salvando la vida, se le presentaron otros retos a los que tuvo que hace frente. Por ejemplo, al no poder comerse todos los peces que había capturado, muchos acabaron pudriéndose, razón por la cual los acabó arrojando al mar. Grave error, ya que esto atrajo a los tiburones y ahuyentó a otros peces. ¿El resultado? Hambre y de nuevo la necesidad de adaptarse. Y si el destino ponía tiburones en su camino, tendría que cazarlos, algo que hizo.

    Poon Lim balsa
    Fotografía de la balsa de Poon, con la cual vagó en el Atlántico.

    Llegados a este punto, permitidme un pequeño alto en esta historia. Muchas veces me he preguntado si en pleno siglo XXI, donde vivimos rodeados de todo tipo de comodidades, estaríamos preparados para sobrevivir a un evento así. Y es que por mucho que el hambre agudice el ingenio, sin unas nociones básicas de supervivencia es muy posible que más de uno acabásemos pereciendo. Y no sólo por la comida, pues el estado mental es otro factor muy a tener en cuenta. Sólo, sin nadie a quien hablar y sin un libro que leer, tuvo que ser muy complicado mantener la cordura.

    Es en esto casos donde he podido leer que es crucial mantener la mente ocupada en diversas tareas. Incluso hace tiempo leí que si en esas situaciones nos autoimponemos una tarea más allá de la simple supervivencia, es muy probable que encontremos la motivación para seguir adelante. Sobre esto recuerdo una historia de un explorador que se había perdido en la selva africana junto a su compañero, el cual falleció al poco tiempo. Como última voluntad, le dio un amuleto para que se lo entregase a su esposa. El superviviente, para mantener la cordura, puso este objetivo por encima de su propia supervivencia, minimizando la importancia de los problemas a los que se estaba enfrentando. Puede sonar absurdo, pero esto evitó que se rindiese y que siempre diera el 100% hasta cumplir su objetivo. Curioso, aunque entiendo que no siempre sea fácil.

    Volviendo a nuestro náufrago, el siguiente gran problema al que tuvo que hacer frente fue la escasez de agua potable, tras beberse la del kit de supervivencia. ¿Qué hizo? Aprovechó el agua de lluvia hasta que una tormenta lanzó la mayoría de sus objetos al océano, quedándose sin provisiones. Su resistencia estaba siendo puesta a prueba.

    Sin comida ni agua, vagó por el mar hasta que observó algunos albatros volando, supuestamente atraídos por la podredumbre de sangre y restos de pescado en mal estado que quedaban en la balsa. Y si el destino pone comida en tu camino, no es plan de rechazarla. Y Poon, tras esperar que uno de los pájaros se posase en la embarcación, se abalanzó sobre él, capturándolo. La sangre y su carne le permitirían sobrevivir algún tiempo más.

    ¿SALVADO?

    Y en estas siguieron pasando los días y semanas hasta llegar a la friolera cifra de 15 semanas vagando por el Atlántico. Impresiona su resistencia tanto a la enfermedad como al hecho de sobreponerse a tantos problemas. Y un día, para su júbilo, observó un carguero norteamericano en la zona. Poon se puso a hacer señas y consiguió que el barco se acercase, pensando que estaba salvado. Craso error.

    Albatros
    Un albatros, uno de los animales que Poon tuvo que comer para sobrevivir.

    Por lo que he podido leer, los marineros del carguero, al observar los rasgos asiáticos de Poon, decidieron dar media vuelta, dejándolo abandonado a su suerte. Menudo mazazo. Sobre esto se pueden leer muchas explicaciones. La más simple y directa alude a cuestiones raciales, pero hay otra. Si recordáis, era el año 43 y los EEUU libraban una guerra contra Japón. El conflicto provocó mucho rechazo a los asiáticos en general, pues como os podéis imaginar, la mayor parte de la población no era capaz de diferenciar un chino de un japonés. Pero también, se cree que los marineros pensaron que se trataba de un señuelo, buscando su acercamiento para luego ser torpedeados por un submarino. Sea como fuere, Poon se volvió a quedar sólo y supongo que abatido, aunque no quedaba otra que reponerse y seguir luchando.

    El siguiente hecho llamativo lo encontramos unas tres semanas después del incidente con el carguero, cuando llevaba 130 días en el mar. Ese día observó de nuevo pájaros, que el agua tenía un color más claro y que había flotando muchas algas. Esto le indicó que se estaba acercando a la costa. Y tres días más tarde, divisó un pequeño barco pesquero. Poon se puso a hacerle señas como un loco y en esta ocasión la embarcación se acercó, sin desviar su rumbo a última hora.

    Tras hacer contacto con la misma, observó que se trataba de un barco pesquero con tres brasileños a bordo, los cuales no dudaron en rescatarlo. Era 5 de abril de 1943 y ese día cumplía 133 días desde que naufragó. 4 meses y medio. Pararos a pensar la de cosas que habéis hecho en los últimos 4 meses y medio. La de tiempo que es. Ahora extrapolad ese tiempo pensando que lo habéis pasado vagando en una balsa por el Atlántico. Resulta cuanto menos increíble.

    ¡SALVADO!

    El rescatado Poon pasó los siguientes días recuperándose en la embarcación. Y gracias a los pescadores, pudo regresar a tierra, donde fue ingresado en un hospital para poder recuperarse completamente. Lo que de hecho ocurrió tras algunas semanas.

    Hablemos un poco de las consecuencias de su hazaña. He de señalar que su historia no pasó desapercibida y pronto llegó a oídos de las autoridades británicas. Y Poon Lim, tendría su momento de gloria cuando el rey Jorge VI del Reino Unido le condecoró con la medalla del imperio británico. También, la naviera dueña del Benlomond, el mercante hundido, le regaló un reloj de oro. Y su historia serviría de inspiración años más tarde para la novela “Las estrellas, mi destino” del escritor estadounidense Alfred Bester.

    Pero hay más. También, la Royal Navy documentó el viaje y las técnicas de supervivencia utilizadas por Poon, incluyéndolas en folletos explicativos los cuales fueron incluidos en las balsas salvavidas de cada embarcación. Sin duda la consecuencia más positiva de su epopeya.

    Poon Lim USA
    Poon Lim con un miembro de la marina estadounidense

    Por continuar con su vida, una vez acabado el conflicto, decidió emigrar a los EEUU, pero razones de inmigración se lo impidieron en un primer momento. Según he leído, la cuota de admisión de ciudadanos chinos estaba completa. Pero no se daría por vencido y acabaría consiguiendo que un senador estadounidense, Warren Magnuson, se interesase por él y gracias a sus gestiones obtuviese un visado de inmigración. Esto le permitiría acceder al país e instalarse en Nueva York, donde viviría hasta fallecer en 1991.

    Sin duda una historia de lucha y superación, en la cual las desgracias y la suerte fueron jugando con este intrépido chino, el cual las domó, salvando su vida y dejándonos este bello ejemplo de sacrificio. Curioseando por la red, he podido observar que no es la persona de la que se tiene constancia que pasó mayor tiempo vagando perdida en alta mar, teniendo este honor en un pescador salvadoreño que pasó la friolera cifra de 438 días perdido en el océano Pacífico. Pero esa es otra historia.

    Si os ha gustado esta entrada, os dejo con otras entradas sobre la segunda guerra mundial.

    ¡Nos vemos la semana que viene!

    BIBLIOGRAFÍA

    La anécdota la podéis encontrar en el siguiente libro:

    • Pedro Pablo García May (2017), Errores militares. Editorial Robinbook

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