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LA TROMPETA DE JERICÓ

Hacerse rico en tiempos de guerra

Bala sobre un fajo de dólares

La entrada de esta semana trata sobre un tema muy curioso con fuertes implicaciones éticas (o de la no ética de sus protagonistas). La guerra, por mucho que se denoste, ha sido la manera en la los seres humanos hemos dirimido demasiadas cuestiones a lo largo de milenios. Cada guerra tiene una historia, pero al mismo tiempo alrededor de ella pululan otras poco conocidas.

¿Se puede hacer uno rico con una guerra? Por supuesto. La guerra trae escasez y eso provoca el surgimiento de la especulación. Y si la misma no existe se crea. En muchas guerras ha sido común que empresarios financiasen económicamente a ambos bandos con el fin de que la guerra se alargase. Y lo hacen hasta que se decantan por un bando, el cual barre al otro y se hace con el control de todo. Pero los beneficios no los obtienen sólo de esta extensión artificial del conflicto. Lo más normal es que el bando ganador haya contraído muchas deudas y parte de sus conquistas pasarán a manos de estos empresarios. De este modo, especulando con la guerra, han generado deudas que para ser pagadas, darán el control de muchos activos a estos empresarios y grupos.

Esta técnica, más común de lo que pueda parecer, no ha sido la única aplicada. Y hoy os traigo dos ejemplos: Uno sobre la batalla de Waterloo y otro sobre un caso español durante la primera guerra mundial.

UN WATERLOO EN LA BOLSA DE LONDRES

ÍNDICE DEL POST

    Para muchos historiadores, la batalla de Waterloo en 1815 no sólo supuso el fin del imperio Napoleónico. La misma transformó la geografía europea con cambios que duraron casi un siglo. Pero pocos recuerdan un hecho insólito que se dio a la vez que la batalla tenía lugar para dirimir el “destino del mundo”. Y aquí entra en escena Nathan Mayer Rothschild. A muchos os sonará el apellido pues está en casi todas las historias conspiranoicas sobre gobiernos, orden mundial y un largo etcétera.

    Foto de Nathan Rothschild
    Nathan Mayer Rothschild

    Nathan se trataba de un judío alemán que se afincó en Londres para gestionar los negocios de de la familia Rothschild en aquella ciudad. Se nos cuenta que el personaje llevaba algunos años ideando un plan para beneficiarse de las guerras napoleónicas. Gracias a sus gestiones, poco a poco fue ganándose la confianza de personas de renombre y peso del organigrama de poder británico. Esto incluía algunos militares que poseían información de primera mano sobre el transcurso de la guerra. Y la oportunidad de hacerse de oro le llegó en 1815 gracias a la anteriormente mencionada batalla de Waterloo.

    Para los que no lo sepáis, Napoleón fue depuesto de su poder en 1814 y recluido en la isla italiana de Elba. Pero el galo, consiguió escaparse y sin pegar un solo tiro (eso dicen las crónicas) consiguió llegar a París y hacerse de nuevo con el control de Francia. A partir de entonces estaba claro que habría una gran batalla entre Francia y sus enemigos para decidir la suerte del conflicto.

    mapa situación Waterloo en Bélgica
    Mapa de Bélgica con la situación de Waterloo

    Nathan, siguiendo los acontecimientos, decidió viajar a Europa y situarse cerca de la zona donde supuestamente se daría el choque. Con el fin de poder enviar información al Reino Unido rápidamente, alquiló un servicio completo de palomas mensajeras. Pero por si acaso, tenía un barco a su disposición las 24 horas del día para partir a Londres si fuese necesario.

    Ya fuese por los sobornos a militares o porque tuvo la suerte de estar en el lugar correcto en el momento oportuno, fue testigo de la llegada del ejército prusiano de Blücher al campo de batalla. Esto significó el fin del ejército francés su derrota en Waterloo. Y de aquí a hacerse rico no pasaron más de dos días.

    Su primera medida fue enviar palomas mensajeras a sus emisarios de Londres. El mensaje era claro: Vender acciones de la familia Rothschild a un precio bajo. Esta acción extrañó a los británicos. Algunos sabían que Nathan estaba en Europa, lo que podía significar tener información muy fresca sobre el conflicto. Pero además, agentes suyos aprovecharon para circular rumores de que la batalla de Waterloo había acabado en derrota total inglesa. Esta mentira caló hondo y creó una sensación de pánico en las mentes de los inversores. El caos no tardó en aparecer.

    Los aterrados accionistas de la bolsa de Londres empezaron a vender por los suelos sus acciones. Las mismas incluían una gran variedad de empresas, inmuebles y bonos del tesoro. El impacto fue tal, que a consecuencia de esto, la bolsa de Londres se desplomó. Y a la par que esto, personas a sueldo de Nathan empezaron a comprar todas estas acciones a precios irrisorios. Para no levantar sospechas, Nathan hizo acto de presencia dejándose llevar por el el pánico. Todo era un montaje, pues lo que malvendía lo hacía a agentes suyos.

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    Y así llegamos al día en el que en Londres descubre que la batalla de Waterloo ha sido un éxito total para la coalición anti Napoleón. Todos aquellos accionistas que habían malvendido sus acciones no podían creerlo. Lógicamente la bolsa de Londres se recuperó e incluso su valor cotizó al alza debido a la victoria bélica. El resultado, ¿lo vislumbráis, no? Los agentes de Nathan habían comprado casi todas las acciones devaluadas por el pánico a precios ínfimos. Las mismas, al volver a sus valores normales de antes de la batalla de Waterloo o incluso superiores, dejaban un gran beneficio al Rothschild.

    Gracias a este engaño, Nathan Rothschild no sólo se había hecho multimillonario. Pasaba de forma fulgurante a controlar de un plumazo la bolsa de Londres y por ende el destino de la nación británica. Un golpe a la altura de Hollywood, pero poco ético, ya que mandó a la ruina a una gran cantidad de personas.

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    JUAN MARCH, EL ÚLTIMO PIRATA DEL MEDITERRÁNEO

    En este segundo caso, viajo a tierras españolas para hablar de Juan March. Natural de las islas Baleares, labró una fortuna tan desmesurada a lo largo de su vida que fue considerado como el hombre más rico de España. Incluso en la actualidad, se considera a su familia como una de las grandes fortunas del país. Volviendo a Juan, sus métodos de actuación han sido catalogados como mafiosos y su historial de acciones es tan extenso como curioso. Pero lo más llamativo es su origen: De pequeño cuidaba cerdos, algo que sin duda jamás hubiese hecho presagiar cambio que le tenía preparado el destino.

    Foto de Juan March

    Pero vayamos al marco que ayudó a crear gran parte de su fortuna y que le valió para que Francesc Cambó, político catalán de la época, le tildase de pirata. Y es que unas de sus primeras actividades a gran escala fue el contrabando de tabaco en puertos españoles. La trama por él creada fue tan compleja como lucrosa. Esto, sumado a la creación de compañías navieras le llevó a una especie de monopolio marítimo. Y al mismo sabría sacar partido con el estallido de la primera guerra mundial.

    Este conflicto terrible que desangró Europa entre 1914 y 1918, trajo consigo una gran preocupación por el abastecimiento a través de las vías marítimas. La flota aliada, encabezada por la Royal Navy británica y la armada francesa, estaban en continuo riesgo de ser torpedeadas por submarinos alemanes. Y aquí el mar Mediterráneo era muy estratégico, debido a las rutas que venían de la India y del sudeste asiático a través del canal de Suez. Esto provocaría que se convirtiese en un epicentro de escaramuzas navales. Es curioso señalar que los alemanes no poseían ningún puerto propio en el Mediterráneo y los de su aliada Austriahungría se hallaban muy controlados en el estrecho mar Adriático.

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    Y en este escenario aparece Juan March. Los alemanes contactaron con él para que sus submarinos pudiesen ser abastecidos en las Islas Baleares. Tras supongo que negociar un jugoso beneficio, los alemanes empezaron a hacer raids marítimos a la caza de cargueros aliados. Todo esto lógicamente trajo como consecuencia la alerta de los aliados, los cuales contactaron con March para sobornarlo. Y March supo llevar la negociación a su terreno. Tras obtener otros jugosos beneficios de los aliados, decidió que iba a jugar al gato y al ratón, apoyando a ambos bandos. ¿Cómo? Por un lado suministrando a los alemanes víveres y las coordenadas de los convoyes aliados y por otro pasando información de los puntos de reaprovisionamiento y localización de los submarinos alemanes. Todo esto desembocó en un juego que bien pudo haberle costado caro. Por fortuna para él, le salió perfecto.

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    Pero si algo caracteriza a un hombre codicioso es que siempre quiere más. No le bastaba con créditos de dinero, contratos, eliminación de aranceles o de tasas en algunos puertos por parte de ambos bandos. El ideó otra estrategia. Aunque no hay constancia escrita de todo esto, parece ser que March aprovecharía la situación para timar a las aseguradoras de barcos.

    El juego era el siguiente: Intentaba comprar un barco viejo o en mal estado. Lo reparaba si hacía falta y aseguraba a él y a su carga. A continuación pasaba las coordenadas de este barco a los submarinos alemanes señalando que ese barco llevaba víveres para los aliados. Los alemanes, siguiendo su política de guerra submarina sin restricciones, torpedeaban el barco y lo mandaban al fondo del mar. Posteriormente él cobraba el seguro.

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    De un coste inicial bajo por la compra y preparación de un barco viejo, sacaba el máximo beneficio. Y la carga asegurada era ficticia en muchos casos, o, era real pero había sido transportada con anterioridad a otros barcos. Incluso se dice que fue más allá. Parece ser que hubo ejemplos de barcos que no eran realmente hundidos, sino que “desaparecían misteriosamente” para aparecer al poco tiempo con un nombre y color nuevo en otro país. Su carga, por supuesto acababa en otros mercados.

    Toda esta estrategia requería de mucho formalismo y March se aseguraba de que todo estuviera en orden para que la aseguradora pagase. En esto le ayudaba la situación bélica, la cual hacía difícil comprobar la veracidad de muchas de estas informaciones.

    Juan March fumando un puro
    Juan March

    Sin duda un personaje en toda regla que supo aprovechar una guerra para montar un emporio comercial y elevarse a la categoría de millonario. A March se le atribuye una frase que ejemplifica a la perfección su modo de pensar (y tristemente el de millones de personas):

    “Si robas un pan, te llamarán ladrón; si robas un millón te dirán estafador. Pero si robas cientos de millones, te llamarán magnate y se arrodillarán ante ti”.

    ¡Hasta la semana que viene!

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