UNA ISLA DE BASURA FLOTANTE
Hace unas semanas, escribí una serie de entradas sobre ciudades míticas que habían sido objeto de búsqueda por parte de aguerridos y codiciosos exploradores. Parece que se me olvidó hablar de una isla, que ojalá fuese un mito, pero que tristemente es tan real como la vida misma. Esta isla no tiene un nombre fijo, pero se está más o menos de acuerdo en conocerla como la isla de basura.
Es posible que ante esta afirmación uno piense en las ingentes cantidades de alcohol que un servidor ingirió en la fiesta de recibir el nuevo año, pero esta información es totalmente cierta. Para encontrar esta abominación hemos de viajar al Pacífico donde podemos observar este lado oscuro de las actividades que el ser humano provoca al planeta.
La isla en cuestión no tiene una posición fija pues está a merced de las corrientes que la desplazan por todo el océano Pacífico. Los que la han estudiado (sobre todo oceanógrafos y diversas asociaciones ecologistas) aseguran que normalmente se suele localizar entre los grados 135 y 155 de latitud oeste, y entre los 35 y los 42 grados de latitud norte. Respecto a su extensión, aunque no es fija y depende mucho de le época del año y de las corrientes, se estima que abarca un total de 1.400.000 km2, casi el triple de la superficie de España, tan grande como Perú y la mitad de Argentina. ¿Pero cómo algo tan grande puede pasar desapercibido?
Muy simple, ya que se suman por un lado el poco interés de los medios de comunicación en darla a conocer y por otro porque a pesar de este descomunal tamaño, comparado con el océano que le da cobijo (el Pacífico tiene una extensión de 165 millones de km2), es una simple mancha en una inmensidad de agua.
Pero, en serio, ¿Qué clase de basura es la que forma esta aberración medioambiental? Pues como sería lógico pensar, se trata de materiales flotantes entre los cuales predominan todo tipo de plásticos. ¿Pero de dónde proceden? Hay que señalar que inicialmente, varios científicos predijeron que la gran cantidad de basura que es arrojada cada día al mar podía acabar en zonas con una topografía especial o en ciclos de corrientes oceánicas, pero estas teorías con una fuerte base científica, no fueron tomadas en cuenta.
Aún así, cuando se descubrió la presencia de esta isla de basura, se pensó que se trataba de una zona de vertedero de barcos que cruzaban el océano Pacífico. Posteriormente, debido a la localización de la misma, se observó que el principal tráfico marítimo del Pacífico no la cruzaba, por lo que se dedujo que era transportada por las diversas corrientes oceánicas (dando la razón a los científicos que la predijeron). Por lo tanto, su origen está en todos los residuos que acabando en el océano entran dentro de un giro de corrientes oceánicas, procediendo tanto de barcos en alta mar como desde las costas de Asia y América.
Y ahora bien, ¿Cómo una bolsa de plástico arrojada en Tokyo o en Los Ángeles puede acabar formando parte de la isla? Como ya he indicado en varias ocasiones en este post, las principales corrientes oceánicas del Pacífico son las responsables de este movimiento de miles de kilómetros. En una pasada entrada, relacionada con el Pacífico español, mencioné la importancia que estas corrientes tuvieron en el desplazamiento de barcos de vela por las aguas de este océano, y son estas mismas corrientes las que generan unos grandes vórtices de millones de km2 de extensión.
En la confluencia de estos grandes vórtices (uno en el sur y otro en el norte del Pacífico), los residuos flotantes se cambian y se desplazan de un hemisferio a otro. Pero, si en estos puntos ocurre este fenómeno, ¿Qué ocurre en el centro de estos grandes vórtices? Pues en estas zonas, aunque existen corrientes, son de mucha menor intensidad por lo que la basura empujada fuera del vórtice llega “mansamente” allí (por hacer un símil, estos vórtices funcionarían igual que un huracán, intenso en el extremo y tranquilo en la zona central). Y con esta explicación, algo burda pero al menos simple de entender, la basura termina flotando en la inmensidad, o en un caso aún peor, en las playas de las miles de islas que existen en esta zona, pues muchas de ellas actúan como barreras de las corrientes.
Y entre las islas que reciben casi a diario toneladas de basura, se encuentran la de Hawái y la de Midway (famosas ambas entre otras cosas debido a batallas aeronavales de la segunda guerra mundial). Toda esta basura no sólo destroza playas de ensueño, sino que también provoca desastres medioambientales que son difíciles de solucionar debido a la persistencia de las corrientes.
¿Pero quién se ve principalmente afectado por esta contaminación? Sin duda los ecosistemas marinos ligados al océano Pacífico y a las múltiples islas que reciben la visita de esta basura. Se ha comprobado que muchos peces e invertebrados se alimentan de los plásticos flotantes y beben estas aguas altamente contaminadas, siendo a su vez estos seres vivos el alimento de depredadores mayores (por ejemplo aves u otros peces). Debido al consumo humano de pescado (pescado que muchas veces viene de regiones del Pacífico), estos suelen acabar en los platos de muchos hogares y restaurantes y finalmente en los estómagos de nosotros.
Por lo tanto no es un problema del que uno deba olvidarse o no darle importancia, ya que todos estamos bajo el riesgo de los “peces plástico”. Pero si eliminamos al ser humano de este riesgo, sigue habiendo seres vivos en peligro, pues se ha observado que muchas aves mueren tras ingerir restos de esta basura o enferman tras alimentarse de peces contaminados. Así que la muerte o difusión de enfermedades tanto entre las aves como en los peces y otros seres marinos puede provocar la desaparición de especies o una mutación contaminante mucho más peligrosa.
En la actualidad varias ONG recaudan fondos y material de limpieza con el fin de recoger toneladas de basura y sacarlas del océano, pero se están viendo desbordadas al ser el ritmo de producción de basura del ser humano infinitamente superior al de limpieza y recolección de la misma en este océano.
Pero una vez analizada esta isla de basura, me surge una pregunta: Si este desastre medioambiental se da en el centro de un gran vórtice de corrientes oceánicas, ¿no existirán zonas similares en otros grandes vórtices pero en océanos como el Atlántico, Índico, Ártico y Antártico e incluso en mares con fuertes corrientes?
Y tras haber indagado lo suficiente entre los cinco grandes giros oceánicos, la respuesta a esta pregunta lamento que es un sí. Aunque se da en todos los giros que existen, hay otro bien documentado en el Atlántico norte, y que recibe el nombre de “Mancha de basura del Atlántico norte”. Este giro o vórtice oceánico, provoca una zona de aglomeración de basura alrededor del conocido como mar de los Sargazos, situado entre las Islas Vírgenes y Bermuda. Su extensión, aunque es mucho más reducida (no hay acuerdo sobre su dimensión pero como máximo se da la cifra de 100.000 km2), presenta los mismos contaminantes que la del Pacífico lo que hace saltar las alarmas (que esta mancha sea aún más desconocida que la del Pacífico, en una zona con mayor tráfico marítimo hace indicar que es convenientemente silenciada en los medios de comunicación).
Respecto a manchas o islas de basura en otros lugares, poco se sabe aún, aunque a los que estéis interesados en el tema, os dejo un enlace de un proyecto titulado 5 Gyres Project, cuyo fin es informar de esta peligrosa contaminación y buscar soluciones a la misma. Si en realidad sus fines son tan nobles como indican, les deseo la mayor de las suertes.
Finalizando, he de señalar que este es otro de los muchos problemas que provoca el ser humano y más concretamente su ideología de consumismo de usar y tirar. La concepción más egoísta que muchas personas pueden llegar a pensar es que mejor esa basura en mitad del océano que en la puerta de tu casa, pero esto sólo provoca un aplazamiento de un mundo súper contaminado y donde generaciones futuras tendrán que lidiar con él (eso si antes el ser humano no se destroza a él y al planeta en otra gran guerra). Queda por lo tanto desear que las campañas a favor del conocimiento del problema triunfen, y que las mentes más “cerradas” se den cuenta de que sin él, no podemos vivir y que todo el oro que persigan tener no servirá de nada cuando el medio que le rodea se desmorone.
Así que uno de los muchos deseos para este 2014 es ese, que pensemos un poco más en la naturaleza que nos rodea, y que hagamos un pequeño esfuerzo por comprenderla y protegerla. ¡Nos vemos la semana que viene! 😉