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LA TROMPETA DE JERICÓ

Marchando una de anécdotas

Esta semana he querido dedicar la entrada a una serie de anécdotas curiosas y graciosas que ocurrieron a lo largo de la historia. He intentado en la medida de lo posible que éstas sean variadas, por lo que el resultado ha sido una miscelánea curiosa. Aquí van las elegidas:

TODO FLUYE, NADA PERMANECE

ÍNDICE DEL POST

    Esta anécdota la he podido leer por la red de múltiples maneras, en distintos lugares y con distintos personajes, pero lo importante no es la anécdota en sí, sino la moraleja que desprende. Por lo tanto no es tan esencial el situarla en un país u otro y en un periodo histórico.

    Vayamos a la Francia de finales del siglo XIX. Se dice que un francés pasaba por París de viaje y decidió acercarse a la universidad donde años atrás había finalizado sus estudios. Tras una corta visita por el campus, le picó la curiosidad por saber si todo seguía igual y se dirigió a los diferentes departamentos con el simple y puro objetivo de cotillear. Tras deambular un rato, llegó al despacho de uno de los profesores que más estimaba y por suerte lo encontró dentro. Tras el caluroso recibimiento y el rato lógico de cháchara, el antiguo estudiante reparó en un montón de exámenes que yacían sobre la mesa y cogiendo el primero leyó las preguntas. Tras un rato de lectura exclamó:

    Profesor, ¡estas preguntas son las mismas que en el año en el que me examiné!

    El profesor, mirando curioso al alumno exclamó: Sí, tienes razón, son las mismas preguntas pero la respuesta a todas ellas ha cambiado.

    inventos y descubrimientos de la revolucion industrial

    El estupor del alumno sería alto, pero todo esto se englobaba en una época en la cual la ciencia sufrió un salto espectacular. Muchos conocimientos quedaron obsoletos y fueron actualizados como resultado de una auténtica revolución científica. Pero el hacer temblar los pilares consolidados de la ciencia nos demuestra que no existen verdades absolutas y que lo que hoy consideramos como inamovible, mañana puede ser rebatido y rechazado. El paso del tiempo no perdona.

    Así que en la tanto en la ciencia como en la historia, si algo nos enseñan ambas, es que no podemos dar nada por sentado y que todo debe tener encima un halo de duda e incertidumbre o podremos acabar más impresionados que el alumno ante la respuesta del profesor.

    UNA SILLA MUY POCO COMÚN

    He de reconocer que esta historia es tan divertida como escalofriante. Topé con ella por casualidad y la archivé con el fin de compartirla con vosotros.

    Hemos de viajar en este caso a finales del siglo XIX de nuevo. En este caso el lugar es tan alejado como exótico: Abisinia (actual Etiopía). El protagonista principal de la anécdota respondía al nombre de Menelik II (1844-1913), el cual llegó a ser emperador por esos lares. Aunque este rey-emperador hizo un gran esfuerzo por modernizar su país, sus instituciones y defender sus intereses, no es por eso por lo que ha pasado a la historia. Veamos por lo tanto de donde viene gran parte de su fama:

    A finales de la década de 1890, la primera silla eléctrica fue probada con éxito en los EEUU (el primer ejecutado mediante este método fue en 1890). Lo novedoso y terrible del método parece ser que llamó la atención del emperador abisinio el cual pronto empezó a pedir más información sobre los avances del invento. Atraído cada vez más por la información que le llegaba, ordenó a sus consejeros la compra de 3 ejemplares de este primer modelo, los cuales quería implantar en su país.

    300px-Electric_chair

    Una vez adquiridas las sillas, sólo quedaba poder implantarlas. Pero claro, para que funcionase necesitaba electricidad. Y aquí vino el problema. Pese a la política modernizadora de su país, la electricidad no pudo llegar debido a una serie de imprevistos (principalmente el atraso crónico de sus dominios). ¿Qué hacer con una silla eléctrica sin electricidad? Supongo que tras los arrebatos de ira iniciales por el fracaso, al final se dio cuenta de que o las tiraba o les daba un uso alternativo. Y aquí supongo que entra en juego el prestigio del emperador. Tal había sido su curiosidad e interés al respecto, que reconocer su fracaso públicamente hubiese quedado como una debilidad ante el resto de la clase dirigente. ¿Entonces qué? Menelik II sorprendió a todos con su decisión:

    Las sillas eléctricas serían usadas como trono para el propio emperador.

    MenelikII-1

    Creo que no hace falta añadir nada más. Aunque esta anécdota a la larga vino a resumir su gobierno. Un querer y no poder.

    EL PODER DE LA NEGOCIACIÓN

    Siguiendo con un orden cronológico, viajemos ahora a los Estados Unidos de principios del siglo XX y hagamos zoom en una campaña presidencial que se presentaba apasionante. Uno de los candidatos, el famoso Theodore Roosevelt (no confundir con su sobrino político Franklin Delano Roosevelt, presidente de EEUU al igual que él) se preparaba para un largo viaje en tren por diferentes estados con fines propagandísticos. Como medida extra para llamar la atención del electorado yankee, sus asesores habían mandado imprimir 3 millones de panfletos con su foto y algunas consignas. El objetivo era inundar con estos panfletos todos los sitios por los que su tren pasase (vamos un bombardeo mediático en pleno inicio del siglo XX).

    Aunque hasta aquí todo pueda parecer normal, había un problema que se debía salvar. Poco antes de salir el tren, los asesores se dieron cuenta de que la foto que habían puesto en el panfleto tenía el copyright de un estudio de fotografía de Chicago (Moffett Studios). Si no se contaba con el apoyo de este estudio, se corría el riesgo de demanda, y tras un cálculo rápido se determinó que les costaría a la campaña 1 dólar por cada panfleto (como había 3 millones, el total sería de 3 millones de dólares, una burrada para la época).

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    Surgió una especie de gabinete de crisis, donde multitud de opciones se barajaron. Los panfletos estaban ya impresos y no había ni dinero ni tiempo para cambiarlos. Y si no se suministraban entre los votantes, la campaña presidencial quedaría dañada. ¿Qué hacer?

    Todo indicaba a que había que negociar con Moffett Studios. Un primer sondeo reveló que la negociación sería dura y que Moffett al darse cuenta de la mala situación en la que se encontraban, acabaría pidiendo grandes sumas de dinero. Desesperados, decidieron contactar con un famoso negociador de la época, socio de JP Morgan: George Perkins.

    Perkins no tardó en vislumbrar el camino a seguir y tras una rápida deliberación envió un telegrama al estudio de fotografía con el siguiente mensaje:

    “Estamos planeando distribuir millones de panfletos con la foto de Roosevelt en la portada. Será una gran publicidad para el estudio cuya fotografía usemos. ¿Cuánto nos pagaría usted por utilizar la suya? Responda inmediatamente”.

    Antes de mostrar la respuesta del estudio, hay que analizar la “brillante estrategia” de Perkins. Los panfletos estaban ya impresos, pero como esa información les haría débiles si la conociese Moffett, decidió omitirla. Del mismo modo soltó el caramelo de la publicidad con el éxito que podría tener para el estudio, la competencia que podía haber al poder elegir entre varias fotos (aunque fuese falsa) y jugó con el factor tiempo al pedir una respuesta inmediata que evitase que el estudio pudiese hacer averiguaciones al respecto de la situación. Oculta tus debilidades y debilita sus fortalezas, teoría de la negociación pura y dura.

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    George Perkins

    Y aquí os dejo la respuesta del estudio:

    “Nunca hemos hecho esto, pero bajo estas circunstancias estamos encantados de ofrecer la cantidad de 250 dólares”.

    De pagar varios millones de dólares, pasando por el riesgo de demandas con el daño a la campaña presidencial que eso hubiese supuesto, el negociador había pasado a que le pagasen dinero por usar la foto.

    Después de esta historia, más que nunca creo que la información es poder.

    EL CHÓFER DE EINSTEIN

    Albert Einstein ha pasado a la historia no sólo por sus teorías y descubrimientos, sino por una panoplia de anécdotas curiosas que rodean a su persona. De entre todas, he escogido una que me pareció muy divertida aunque es muy probable que se trate de una leyenda urbana. Pero merece la pena contarla.

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    Justo cuando la figura de Albert empezaba a cobrar poco a poco reconocimiento pero aún sin llegar al que tiene en la actualidad, era común que de vez en cuando le llamasen para dar charlas en distintas universidades. En una ocasión, la anécdota dice que durante una semana tuvo que realizar multitud de conferencias donde siempre explicaba lo mismo.

    Ya fuese por comodidad o por otra razón, Einstein se desplazaba a todos lados en coche con un chófer personal. Las largas horas dentro del vehículo provocaron que Einstein acabase confesándole lo aburrido que resultaba ir de sitio en sitio diciendo lo mismo y ante un público que posiblemente no entendiese o valorase sus teorías. Y aquí el chófer tuvo una idea y la compartió con él. Señaló que había asistido muchas veces a sus charlas (esperando a que terminase) y que se la sabía de memoria, por lo que le propuso cambiar el rol, siendo el chófer presentado como Einstein, y el propio Einstein presentado como el chófer.

    No sé si porque le sonó divertido o por el aburrimiento de Einstein este accedió al asegurar que en la universidad a la que se desplazaba no le conocían y que por tanto nadie notaría la diferencia.

    Y así fue como el chófer, magistralmente repitió como un loro la charla sin cometer ningún error (impresionando al propio Albert).

    Pero al final de la charla ocurrió un problema. Uno de los asistentes dirigiéndose al chófer (creyendo que era Albert) le formuló una pregunta compleja con ecuaciones y parámetros físicos. El chófer se vio en un aprieto, pero magistralmente salió del paso de la siguiente manera. Mirando al que había preguntado y señalando al verdadero Einstein replicó:

    Señor, esa pregunta que me formula es tan fácil que dejaré que la responda mi chófer.

    sala 12

    Y tras esta genialidad Albert respondió y nadie descubrió el pastel, por lo que todos quedaron impresionados con los conocimientos de la pareja formada por el físico y el chófer. Me río sólo de pensar en las risas de ambos al volver al vehículo.

    Y colorín, colorado, un saludo y hasta la semana que viene.

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